martes, 14 de agosto de 2012

La hija de los polacos...


La hija de los polacos
Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Los padres de Idalys eran polacos que llegaron a nuestro país a principios del siglo pasado. Aunque muchos aseguran que es polaca, ella me dijo que su mamá la traía en el vientre y nació en Cuba.
En los primeros tiempos el matrimonio trabajó duro, hasta que lograron establecerse. La madre montó un pequeño taller de confección de ajustadores, en el que además de ella trabajaban dos empleadas. Mientras, el padre abrió una heladería donde también se vendían batidos de frutas naturales.
Idalys soñaba con ser ingeniera y lo logró. Pero luego de 1959, les confiscaron todos sus bienes. Entonces la familia inició los trámites para emigrar. Se encontraban sumidos en este proceso cuando Idalys se enamoró de Jorge, un revolucionario militante del Partido Comunista. Pero el matrimonio duró poco. Antes de que naciera su hijo ya se habían divorciado. Y como Jorge era comunista, del Partido, no le dio la autorización para llevarse al niño del país, por lo que la familia desistió de emigrar.
Así pasaron los años. Idalys trabajaba como ingeniera, su mamá cosía para la calle y el padre mecaniqueaba carros.
El niño creció. Estudió técnico medio en explotación del transporte, pero la idea de abandonar el país se convirtió en una obsesión para él. Un día se tiró al mar, después de varios intentos, y no se ha sabido nada más de él. Idalys prefiere decir que es un desamorado antes que aceptar que puede estar muerto.
Hace unos años, Jorge, el ex marido ex comunista, fue a visitar a una hermana en los Estados Unidos y no regresó. Hoy Idalys se ve sola, achacosa, tan vieja como la casona comprada por sus padres, donde llueve más adentro que afuera y cuyos muebles están destruidos por la humedad.
Durante estos últimos años ha sobrevivido vendiendo cuanto objeto de valor poseía. Ahora vive como miles de ancianos en Cuba, con una pobre pensión de 240 pesos mensuales (10 dólares). Hace poco me dijo que fue a hablar con el padre de la Iglesia católica cercana a su casa, para ver si allí podía comer, y que el padre la aceptó -a pesar de ser judía-.





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