sábado, 11 de febrero de 2012

Haciendo Historia. Plan de Trabajo Forzado en Isla de Pinos...

Conociendo la historia...  Presos Políticos en Isla de Pinos...


Los presos políticos cubanos, víctimas del régimen totalitario que
impera en Cuba, estamos lamentablemente acostumbrados a no tener mucha
audiencia ni lectores cuando hablamos de lo que padecimos o seguimos
padeciendo. Pero no nos cansaremos NUNCA de decir nuestra verdad.


Esto es historia, nos duela a quienes nos
duele, le pese a quienes les pese. Se trata de una innegable realidad
que gravita sobre todos los cubanos y sobre todos los seres humanos de
buena voluntad.


Los hechos:



El plan de trabajo forzado impuesto a los presos políticos del
Reclusorio Nacional de Isla de Pinos que no habían aceptado el llamado
"Plan de Rehabilitación", se desarrolló en los últimos años de ese
penal (1964-1967 ) Puede afirmarse que el cierre del mismo se debió
precisamente a la situación de creciente violencia creada por la
implantación del propio plan y la generalizada y firme resistencia de
los prisioneros al mismo, situación que gradualmente se había ido
conociendo en el exterior y que se estaba escapando al control del
régimen. Además, el principal objetivo del trabajo forzado, que era
obligar a los presos a pasar al "Plan de Rehabilitación", fracasó por
completo, ya que durante ese período disminuyó dramáticamente el número
de los que dieron ese paso.


Oficialmente nombrado con el eufemismo de "Plan
Especial Camilo Cienfuegos", aquella medida del regimen  castrista fue
una genuina expresión del esquema totalitario de coacción y control que
se imponía a toda la población de Cuba. En el caso del Presidio
Político de Isla de Pinos, su implantación y mantenimiento durante años
conformaron una etapa de represión máxima, durante la cual se sometió a
los reclusos a un régimen de violencia extrema, masiva y sistemática,
en que los golpes, los castigos personales y colectivos, las heridas,
las mutilaciones, los desquiciamientos mentales y las muertes se
convirtieron en rutina diaria; todo esto en medio de interminables
jornadas de agotadores trabajos, en las peores condiciones de
equipamiento y alimentación. Se impuso a la población penal una
dinámica de tensión abrumadora que regía toda su vida cotidiana,
dislocando el sistema de actividades que habían desarrollado los presos
por su propia iniciativa para su superación espiritual, cultural y
política. Sin embargo, esas actividades formativas pudieron recrearse
en medio de aquel infierno, lo que contribuyó grandemente a mantener la
integridad moral y el espíritu de resistencia.


Antecedente:


Pudiéramos decir que todo comenzó cuando un día, a fines de 1963, sin
previo aviso ni explicación, varios grupos de prisioneros -campesinos
en su mayor parte sobrevivientes de los primeros años de las guerrillas
del Escambray y sus colaboradores- fueron sacados de las circulares
para ser trasladados con destino desconocido. Por un tiempo no se tuvo
noticias de la suerte corrida por ellos. Poco a poco se fueron
recibiendo informaciones fragmentadas por los diversos canales, a veces
inauditos, con los que suelen contar los prisioneros. Así supimos que
los habían llevado a campamentos fuertemente custodiados en la propia
Isla de Pinos, para que trabajaran en el campo. Esto sería conocido por
todo el presidio como "El Plan Morejón", por el nombre del entonces
jefe de la guarnición del penal, que estuvo al frente de aquel plan
piloto de lo que ya estaban preparando para el penal completo. Las
informaciones fueron haciéndose más completas hasta que, pasados ocho
meses, los presos del "Plan Morejón" fueron traídos de regreso a las
circulares.


En aquel experimento, inicialmente, la
represión no fue intensa y se les proporcionó a los reclusos una serie
de condiciones más favorables que las existentes en el penal,
tratándose de manipular, además, su condición de campesinos,
acostumbrados a rendir al máximo en las labores agrícolas, para obtener
de ellos cierto grado de cooperación. Pero ellos respondieron
rechazando las relativas "mejoras" que, según entendieron, viniendo de
carceleros hasta entonces siempre hostiles, sólo podían estar
encubriendo la intención de sobornarlos y distanciarlos de sus
compañeros que habían quedado en las circulares. Tampoco aceptaron
trabajar voluntariamente, y fue preciso que la guarnición se quitara la
careta y los hiciera trabajar a la fuerza.


Cuando se extendió por el penal la noticia de
todo lo sucedido y se supo que existían planes de implantar a toda la
población penal un régimen de trabajo forzado, se manifestó un rechazo
generalizado a esa intención del gobierno comunista, debatiéndose
diversas posiciones, más y menos radicales, en cuanto a la forma de
actuar cuando llegara el momento. Considérese que en toda la historia
anterior de la República nunca los presos políticos habían sido
obligados a trabajar para los respectivos gobiernos a los que se habían
opuesto y no existía la disposición de hacerlo para el comunismo,
aunque se sabía, por innumerables experiencias, que la falta total de
consideraciones humanas del régimen aseguraba una represión sin
límites.


Se trató de prever en lo posible las
circunstancias en las que habría que resistir para determinar las
tácticas y estrategias más adecuadas y viables, pero esto se hacía
difícil por la diversidad de criterios y la poca información
disponible. Los hechos irían configurando la magnitud del reto.


El comienzo:


En junio de 1964 da inicio el plan de trabajo forzado para todo el
penal. De los cambios de impresiones y debates entre los presos de
todas las circulares se había ido perfilando una estrategia general que
pudiera ser seguida por todos y que con el paso del tiempo y los
acontecimientos se fue perfeccionando. Surgió el concepto de:
"resistencia pacífica", que se definió de manera que pusiera fuera de
toda duda el carácter obligatorio del trabajo. Por primera vez en
nuestra historia se planteaba y ponía en práctica tal concepto de lucha
que, inspirado en los conocidos antecedentes de Mahatma Ghandi y Martin
Luther King, era producto de un serio análisis de la realidad, tanto la
impuesta por el régimen totalitario y sus claros objetivos de doblegar


creó en el presidio por las diferentes posiciones asumidas por los
prisioneros, que iban desde las más radicales y prácticamente suicidas,
hasta las más moderadas.


Debe tenerse en cuenta que por entonces los
presos estaban solos frente a toda la fuerza del Estado marxista, que
ya había implantado un régimen de terror en Cuba, eliminando a sangre y
fuego a casi toda la oposición y que actuaba con absoluta impunidad
ante un mundo que, sólo con contadas excepciones, se mantenía
indiferente ante los acontecimientos que tenían lugar en nuestra
patria. Ante este cuadro complejo y difícil, los presos políticos
cubanos de Isla de Pinos redefinieron y llevaron a cabo con
responsabilidad, e ineludible sentido de realidad, la estrategia de una
resistencia pacífica.


Desde el comienzo y durante toda esta etapa
trágica del presidio político cubano, se destacó la intervención del
Bloque de Organizaciones Revolucionarias ( B.O.R.), creado al efecto,
que agrupaba a las principales organizaciones creadas en la
clandestinidad para combatir al régimen desde posiciones nacidas en la
lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, pero nacionalistas y
democráticas. El B.O.R., cuyos militantes constituían una parte
mayoritaria y disciplinada de la población penal desempeñó un papel
protagónico en el análisis y las definiciones que resultaron en la
estrategia adoptada y también en la coordinación con los miembros no
organizados y de otras tendencias políticas del presidio para la puesta
en práctica y el mantenimiento de la misma.


Los primeros grupos de presos sacados a
trabajar, estaban en el Edificio 6. Se resistieron, primero, a salir
del mismo, haciendo necesario que los militares entraran a obligarlos,
y desde ese momento cada paso y cada movimiento en el trabajo tuvo que
ser forzado por la represión. Era sólo el principio, todavía se estaba
experimentando de ambas partes.


Entre la población penal aún coexistían
distintos criterios y aquellos primeros actos de violencia de la
guarnición hicieron que un grupo de reclusos se negase a trabajar,
estando dispuestos a enfrentar cualquier consecuencia. Estos presos
fueron conducidos al pabellón de celdas de castigo, separado de las
circulares y edificios donde se hacinaba a los prisioneros, que
presenciaron, gritando violentamente desde las ventanas enrejadas, como
los conducían a golpes y bayonetazos hacia aquella edificación y,
después, cuando uno y otro día los sacaban para tratar de hacerlos
realizar aunque sólo fueran pequeñas labores, como arrancar hierbas de
los alrededores con las manos, pero ante sus reiteradas y firmes
negativas, volvían a llover los golpes y bayonetazos, en medio de los
gritos de protesta de los presos desde todas las ventanas del penal.


El objetivo de hacer trabajar ante todo el
presidio a aquellos pocos hombres, fracasó rotundamente; sólo lograron
que se enardecieran más los ánimos y se fortaleciera la decisión
mayoritaria de resistir. Debemos mencionar en este momento el nombre de
Alfredo Izaguirre Rivas -joven director de periódico nacional, cuya
pena de muerte había sido conmutada momentos antes de ser ejecutado-,
que jamás hizo un solo movimiento para obedecer aquellas órdenes de
trabajar bajo los golpes a que fue sometido durante las interminables
sesiones de castigo, y que mantuvo esa actitud, junto al también
periodista Emilio A. Rivero, durante todo el tiempo que duró el plan de
trabajos forzados de Isla de Pinos, por lo que permanecieron confinados
en los pabellones de castigo hasta el final, junto a otros reclusos
allí encerrados. Estos últimos eran presos que, también desde el inicio
o en diferentes momentos a lo largo de la época del trabajo forzado,
fueron adoptando la misma actitud de absoluta negativa al trabajo,
siendo objeto de salvajes golpizas para terminar también aislados en
las celdas de castigo.


Pabellones de Castigo:


Los pabellones de castigo de Isla de Pinos, aún antes del plan de
trabajos forzados, ya eran conocidos entre los reclusos por la
brutalidad conque se trataba a los que tenían la desdicha de ser
enviados a ellos, pero a partir del "Plan Camilo"el despiadado trato se
llevó hasta límites increíbles. En los pabellones de castigo murieron
varios reclusos. Recordamos entre ellos a Francisco Novales, "Paco
Pico", al que una bala disparada por el cabo Arcia Rojas le atravesó el
corazón. Cuatro meses antes este mismo guardia había asesinado en pleno
campo a Julio Tang. También en el pabellón fue dejado morir Roberto
López Chávez en medio de una huelga de hambre.


A veces el castigo era más sofisticado, como
cuando encerraban quince reclusos en una celda de tres metros por dos y
no podían tirarse en el suelo a dormir porque no cabían acostados todos
a la vez y tenían que turnarse para dormir; mientras un grupo dormía el
otro se mantenía de pié, así noche tras noche, semana tras semana.
Situaciones similares se presentaron en otras cárceles como la de
Morón, Boniato, etc. Pero el récord de esto lo tienen las "gavetas";
estas celdas, aunque variaban en sus dimensiones, mantenían un patrón
típico como instrumentos de tortura. Las situadas en la granja Tres
Macíos cerca de Bayamo, medían cuarenta y cinco centímetros de ancho
por ciento ochenta de largo por ciento sesenta de altura, y ahí
obligaban a entrar hasta tres presos. No voy a entrar en detalles, vean
el dibujo y dejo lo demás a la imaginación del lector.


El trabajo:


La misma intensidad de represión se aplicó a los bloques de trabajo que
se constituyeron en todo el penal, en el que se hacinaban seis mil
reclusos. Cada bloque agrupaba hasta doscientos hombres, divididos en
cuatro o cinco brigadas, cada una comandada por un "cabo" armado de
pistola soviética, bayoneta de Springfield o machete español de la
marca "Gallito" o "Carpintero", y por supuesto de toda la impunidad de
un régimen totalitario que nunca tuvo que rendir cuentas al mundo.


Salíamos a trabajar antes de que despuntara el
alba, a veces después de la incursión violenta de los guardias en las
circulares y edificios para "apurarnos", apenas terminando de consumir
un poco de agua con azúcar caliente y un minúsculo pedazo de pan. En
una de esas incursiones murió bayoneteado el primer mártir del trabajo
forzado: Ernesto Díaz Madruga, en agosto de 1964. A manos de Porfirio
García, el Jefe de Orden Interior.


Los reclusos eran conducidos al sitio de
trabajo en camiones llenos hasta el tope, que en varias ocasiones se
volcaron con el consiguiente saldo de víctimas, en esas circunstancias
murió Jerónimo Sandía. Durante el recorrido eran escoltados por otro
camión ocupado por los guardias que los custodiaban. Esos militares,
armados con fusiles y una o dos ametralladoras calibre cincuenta,
apoyadas en tierra, se convertían en el "cordón" que rodeaba a los
presos una vez que llegaban al lugar de trabajo. Este cordón nunca no
tuvo reparos para disparar a matar cada vez que los presos protestaron
indignados por los abusos de que eran objeto.


Una vez en el lugar de trabajo ya fueran las
canteras o los campos, se distribuían las brigadas, siempre dentro del
perímetro controlado por el cordón, y empezaba la pesadilla. Esta
situación se extendió por varios años en que la violencia dominaba
todo. Se podría hablar también de las requisas, los castigos en "La
Mojonera", que era el lugar donde iban a parar las aguas de albañal de
la localidad; el capítulo de un libro que ni Dante fue capaz de
imaginar. Pudiéramos seguir relatando muchas otras barbaridades que
podrían parecer exageradas a quienes no han tenido que vivirlas y
pálidas a quienes las sufrimos en carne propia. Podríamos hablar de
todos los que murieron en el presidio o después, por las lesiones
sufridas, de los mutilados, de los que enloquecieron, o de los que
jamás podrán recuperarse de todo aquello. Pero hasta aquí es suficiente
para una mirada.


Todos los militares que participaron en la
aplicación del plan de trabajo forzado de Isla de Pinos, fueron
ascendidos y como era de esperar un buen número de ellos terminaron
como delincuentes comunes por delitos que cometieron posteriormente;
esto no es de extrañar, pues el que es capaz de cometer las atrocidades
que se cometieron en Isla de Pinos, es capaz de cualquier cosa.


Quienes hayan tenido la oportunidad de escuchar
el audio de las comunicaciones de los pilotos castristas con su base
mientras masacraban a las avionetas de Hermanos al Rescate habrán oído
las voces de los esbirros que nosotros escuchamos tantas veces en la
Seguridad del Estado, en Isla de Pinos y en otras prisiones. Son las
mismas voces que hoy siguen escuchando en Cuba los presos políticos.




¡Los esbirros son siempre los mismos!


Información extraída de los archivos, Jirones de la historia...y encontrados en:
http://www.autentico.org/oa09840.php

lunes, 6 de febrero de 2012

Represión en Isla de Pinos...

Según cuenta el presidente del partido autónomo pinero, Ramón Salazar Infantes, el pasado 31 de enero, se realizó una marcha civilista en la Capital de la Isla e Pinos, Nueva Gerona. Según cuenta, aparecieron carteles en una de las calles de la ciudad, en la calle 45 y los cuales decían Abajo la tiranía, Abajo los Castros. Esto es una muestra mas de que el pueblo cubano, y en efecto, el pueblo pinero se esta revelando a la dictadura que gobierna. El pasado día 2 de febrero a las 9:00 am, detuvieron a 9 activistas los cuales estuvieron 5 interminables horas, detenidos en la Unidad Municipal de la Policía en Nueva Gerona. Después de aplicarle pruebas caligráficas y de amenazarles con ser encarcelados, fueron puestos en libertad y bajo vigilancia policial.
La realidad es que el pueblo cubano se está uniendo en la lucha y cada vez, la causa es mayor, el  gobierno de cuba y su tiranía, no solo amenaza a aquellos que se le enfrentan sino que los vigila y les maltrata cada vez más. Por muy poco que parezca a algunos ya el pueblo de Cuba no es el mismo de hace años atras, el pueblo pinero está haciendo frente al gobierno o mas bien a la tirania de los Castros.