jueves, 14 de marzo de 2013

La Habana. Recientes artículos míos sobre los consejos de Lech Walesa a los opositores cubanos..


La Habana. Recientes artículos míos sobre los consejos de Lech Walesa a los opositores cubanos y las consiguientes reacciones entre estos, han provocado algunos comentarios que me hacen pensar que no me hice entender. Vuelvo sobre el tema para que no haya dudas.
No es que esté en contra de que la oposición cubana se una. ¡Qué más quisiera! El problema es cómo se une y bajo qué presupuestos. Y sí me preocupa bastante que se sacrifique el pluralismo dentro de la oposición por las unanimidades, el centralismo y el líder único. Las experiencias que tenemos al respecto los cubanos son bastante desalentadoras.
Decía recientemente Guillermo Fariñas que ya son doce las veces que ha participado en intentos de unificar a la oposición. Ojala este de ahora, con la UNPACU, se logre.
En lo personal, tengo suficientes motivos para sentirme pesimista. Dudo que ahora mismo haya muchos líderes opositores dispuestos a sacrificar sus proyectos, algunos de ellos, coherentes y con resultados, en pos de un proyecto colectivo -¿suena mal la palabrita a estas alturas, ¿no?- con resultados a mediano o largo plazo que todavía estén por verse. Y menos todavía que acepten subordinarse modestamente a otro líder. Luego de tantas décadas de ninguneo ciudadano, parece que las ansias de protagonismo van a seguir lastrándonos por un tiempo.
Hay realidades que no podemos pasar por alto, aunque duela referirse a ellas.
No podemos olvidar que la existencia de un nutrido exilio, impetuosamente anticastrista, con bastante dinero y una fuerte presencia en la política norteamericana, ha hecho que existan paralelamente dos oposiciones a la dictadura, una interna y otra en el exterior, cuyas visiones, tácticas, estrategias e intereses a veces se interfieren.
El apoyo económico que el exilio brinda a la oposición interna ha provocado la fractura o la duplicación de no pocos proyectos opositores. En esto, casi siempre está presente, tanto aquí como allá, la mano de los infiltrados de la Seguridad del Estado, que si no crean los conflictos, los atizan. ¡Y de qué manera!
Al menos en la prensa independiente, tantas veces dada por muerta por amigos y enemigos, tenemos amargas experiencias en ese sentido.
El Programa de Refugiados, la concesión de al menos 20 000 visas norteamericanas anuales para Cuba y la Ley de Ajuste Cubano, significan una sangría constante para la oposición interna. Con tantos opositores que marchan al exilio –porque la represión no les deja otra opción, porque salieron muy enfermos de las cárceles, porque se cansaron de luchar o sencillamente porque decidieron hacer méritos para aplicar como perseguidos políticos- hacer oposición en Cuba se convierte en una interminable carrera de relevos, en la que casi son tantos los que se van como los que se incorporan.
Con tantas décadas de indefensión, cinismo y apatía ciudadana y tanta pérdida de valores en la sociedad cubana actual, no todos los que se incorporan a la oposición son avezados en el tema de la democracia, la política ni dechados de virtudes. Muchos arrastran los vicios y taras del sistema y los trasplantan en el campo opositor: la intolerancia, las tentaciones autoritarias, el caudillismo que no acabamos de quitarnos de encima.
No basta solo ser valiente, u honesto o intelectualmente brillante o tener capacidad de convocatoria. Y es difícil que en una sola persona se combinen esos rasgos.
¿Qué pasaría si apareciera un líder único, que de tan carismático, valiente y virtuoso, se sienta por encima del bien y el mal? ¿No tuvimos suficiente ya con el Máximo Líder?
Con tanta inercia, desorientación y defectos, la pluralidad que hay dentro de la oposición, siempre que sepa encontrar los puntos comunes y estos sean más que las divergencias, es lo único que puede hacer que merezca ese nombre la democracia que logremos instaurar en nuestro país.
Es por todo ello que creo debemos pensarlo muy bien antes de integrar las filas de otro partido único y ponernos a las órdenes de un Disidente en Jefe.

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